Scarlet
Mariño integra el movimiento Unión de Jóvenes del Campo y la
Ciudad de Venezuela. En la última Reunión Especializada de
Agricultura Familiar, con solo 19 años, dio un motivante discurso a
todos los presentes y se ganó uno de los mayores aplausos de la
reunión.
En
entrevista con Fidamercosur Claeh comentó que su movimiento juvenil
agrario se dedica, desde hace unos seis años, a contribuir al
fortalecimiento y el desarrollo de la juventud rural del campo. "A
que retorne la juventud que ya está en la ciudad, y a que la
juventud que está en el campo tenga acceso a seguir desarrollando el
campo y los cultivos, en este caso el maíz".
—¿En qué zona trabajan?
—¿En qué zona trabajan?
—Estamos
desplegados en aproximadamente siete estados del país. Ahorita
estamos esperando tener muchachos de otras provincias y alcanzar toda
la amplitud del territorio nacional.
—¿Hace cuánto que estás trabajando en estos temas?
—¿Hace cuánto que estás trabajando en estos temas?
—Tres
años, desde los 15 años.
—¿Pertenecés a una familia de agricultores?
—Sí,
mi familia es productora familiar. Producimos más que nada
hortalizas, vegetales y algunas leguminosas. En nuestro espacio
familiar, en nuestra casa, mi mamá hace cuatro años comenzó a ver
lo que es la siembra y a fomentarla. A partir de ahí todos
comenzamos a sembrar, desde mi mamá hasta mis sobrinas, que son
niñitas pequeñas. Ahí empezamos a enrumbar hacia la agricultura
familiar y a creer que podemos contribuir a nuestros alimentos, al
consumo y a la siembra, y no ser más dependientes, que es lo más
importante. A partir de ahí no necesitamos ir a comprar tomates a un
mercado, una cebolla a un supermercado, porque los estamos
produciendo nosotras mismas.
—Decías que en tu organización intentan que los jóvenes de la ciudad vuelvan al campo y dar las condiciones para que se revalorice la agricultura familiar. ¿Cómo se concreta en la práctica el trabajo de intentar que vuelvan esos jóvenes?
—Allá
tenemos una fortaleza, que es que en el campo hay educación también,
hay educación campesina. Hemos hecho que la juventud de la ciudad
que ya estudia agro o que está incluida en un ámbito agrícola, o
aunque no esté, retorne al campo en talleres de formación en que
les sea atractivo el campo. Que la forma de siembra sea distinta, que
no sea tediosa, porque a nivel mundial se hace pensar que la siembra
es tediosa. Al contrario, que sientan que eso es amor y que cada vez
que uno siembra está sembrando la vida y la comida que uno come.
Hemos hecho planes de formación técnica, a nivel de técnicos
grandes, por ejemplo con talleres con tractores, y también de
técnicos pequeños, aprender la siembra agroecológica, cómo
elaborar bioinsecticidas y fungicidas a base de plantas, a base de
cosas muy naturales que no impactan el medioambiente. Y hemos hecho
lo posible por que la juventud de la ciudad, la juventud a la que a
lo mejor no le resulte atractivo el campo, a partir del momento que
vea que hay muchos jóvenes sienta que comparte lo de nosotros y se
sienta atraída e incluida en este proyecto.
—¿A través de la educación?
—A
través de la educación, que es el punto más importante en cuanto a
la política pública, que se ha descuidado mucho tal vez a nivel
mundial, y es ahí donde está la formación del nuevo hombre. Los
resultados que tenemos a partir de eso es que de los cinco encuentros
que hemos tenido, por los que han pasado más de 5.000 muchachos, el
60 % estudiaron algo vinculado al agro. O sea que les quedó la
formación. Yo tenía pensado estudiar psicología y ahora estudio
agroalimentación, me decidí por agroalimentación después de ese
proyecto. Antes incluso de militar en el movimiento decidí estudiar
agroalimentación porque sentí que era importante y que no se les da
importancia a las carreras afines a lo técnico.
—¿Agroalimentación es una carrera que se estudia en el campo?
—Exacto.
Es un programa de formación universitaria. Se gradúa como ingeniero
en agroalimentación.
—¿Y se brinda en el campo esa formación?
—También.
Se da en la ciudad, y también en la universidad campesina,
tecnología agroalimentaria.
—¿En
qué participaron esos 5.000 jóvenes?, ¿en un taller de
sensibilización?
—No,
en congresos, en talleres, en encuentros, en prácticas de formación.
Ver cómo se ordeña la vaca, cómo es con la gallina, cómo sembrar.
Poco a poco, a partir de ahí, fueron sintiéndose incluidos en el
proyecto y muchos decidieron estudiar agroalimentación, agronomía,
pecuaria, profesiones y educación agropecuaria, carreras afines al
ámbito agrícola. Queremos potenciar el nivel agrícola en los
países y en nuestro país principalmente.
—¿Quiénes diseñaron ese currículo para sensibilizar a los jóvenes, ese movimiento de talleres, de conferencias, estos temas para que los jóvenes se interioricen un poco en la temática? ¿El gobierno?
—Nosotros
mismos.
—¿La organización?
—Hemos
recibido apoyo del gobierno, de las diferentes instituciones, del
Ministerio de Agricultura y Tierras, también del Ministerio de
Educación. Sin embargo las ideas vienen del funcionamiento orgánico
del movimiento, de nosotros mismos como masa pensando en lo que
queremos fortalecer. Eso nos ha servido para que el gobierno también
vea la importante participación de la juventud, que ya ha sido
tomada en cuenta, pero en este caso es muy distinta la juventud de la
ciudad de la juventud campesina.
—En general hay una imagen negativa de la vida en el campo. Se la asocia con mucho trabajo, pobreza y pocas perspectivas de progresar. Entonces, ¿cómo se hace para cambiar ese imaginario que hay en la gente de que vivir en el campo es malo?
—Es
una campaña mundial. Es algo muy difícil, porque a lo largo de los
años se ha querido disminuir la importancia de la clase campesina.
Ayer lo dijimos y es un lema de la organización, lo decimos mucho a
nivel de las bases, ideológicamente: al médico lo necesitamos
cuando nos enfermamos, al profesor cuando queremos formarnos, pero no
hemos tomado en cuenta que el campesino se necesita tres veces al día
para comer y que la mayoría de los alimentos provienen de la
agricultura familiar. Cuando partimos de ahí y reconocemos que el
campesino es necesario a nivel mundial, partimos de que no hay que
disminuirlo, sino más bien valorarlo. La campaña ha sido muy
difícil, porque incluso allá en Venezuela, a pesar de que tenemos
muchos avances tecnológicos y en educación, a nivel mediático, en
el Facebook, en las redes sociales hay personas que dicen “yo no me
voy a instalar en tal lugar porque no soy campesino”, los
disminuyen en ese sentido. Entonces la visión y el objetivo del
proyecto son que la gente no tenga miedo de decir que es campesina,
que sienta orgullo, como ayer sintieron los movimientos sociales,
sentirnos orgullosos de que somos provenientes de la agricultura
familiar y de que de nosotros depende que la gente coma. Y sin la
comida no hay energía en el mundo, no vivimos.
—¿Cuánta gente nuclea la organización que tú representás?
—Tenemos
aproximadamente 100 muchachos militantes del movimiento, que están
siempre activos en la organización.
—¿Todos
jóvenes?
—Todos
jóvenes, a partir de 15. Yo soy joven, pero hay muchachos de 14, 15
años también.
—¿Por qué es importante para los países apostar a la agricultura familiar?
—Aparte
de todo eso, creo que es la agricultura familiar es la alternativa de
salvación de la humanidad. Porque el agronegocio ha hecho de la
comida un negocio, eso es lo que nos hace dependientes. De nosotros
depende quitar ese lema y ser una alternativa, una nueva esperanza
para el mundo. Por eso optamos por la agricultura familiar y y por un
proyecto. Por eso creemos eso y nos enamoramos y estamos en este
proyecto.
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